Me he acordado de una anécdota recordando las primeras veces que fuí a surfear en invierno.Fué con un colega de la adolescencia, ahora es maestro y vive en Tarifa, César, de Granada, lo conocí porque veraneaba en Rota y fué el que me enseño a hacer windsurf.
Céza, como yo lo llamo, también hacía surf, o por lo menos lo intentaba, como yo. Quedamos los últimos días del año, sería un 28 de Diciembre, cuando llegamos a Rota y hacia una de esas levanteras, que ya llevo tiempo sin ver.
Exagerando algo,era una levantera de mar arbolada, recuerdo ese término de la escala Beaufort porque ya desde pequeño se lo escuché a mi padre, gran aficionado de la mar, y de lo que en ella acontece, aunque discrepamos en torno a los deportes naúticos, a él le gusta más el windsurf, dice que es más bonito que el kite. A lo que iba, mar arbolada comprende de 35 a 40 nudos, las espumas de las olas comienzan a volar y disminuye bastante la visibilidad. La arena volaba también, solo la he visto volar así en una playa prohibida para navegar de Barbate, la playa de los militares, de susto...Bueno, pues pensando, debemos estar locos, pero que más dá, amos a echarle huevos...y ná, palagua. ¿Palagua? aquello era imposible, el equipo, tabla y vela, salía volando por encima de los hombros antes de tan siquiera llegar a la orilla, hablo de tablas de olas cortas y velas enanas de temporal. A mi se me cortó el rollo de momento, mi gran proeza se redujo a lo siguiente; tal cual me introduje en el agua, una ola orillera de un metro sin exagerar (era de las pequeñas) y sin base, era ola asesina orillera sin pared, de las que te aplastan literalmente, y eso ocurrió.Fue una pasada, escuché; puuummm!!!y ya solo pensaba en salir, salí a cuatro patas, con dolor de cabeza y gran pitido en los oidos, por supuesto la tabla y la vela a tomar por culo, revoleadas por la orilla merced del maretón.Los cabrones de mis colegas al principio se rieron, cuando vieron que no hablaba del dolor ,ya se callaron. Los dos se metieron y fueron revoleados en la primera o segunda ola orillera, pero con peor suerte porque se partieron sus velas...
Ya en la orilla comentábamos la jugada como los que regresan de la guerra. Y es que la levantera era imponente y el mar era maretón cabrón.
De lo lejos llegaba surfeando alguien con gran habilidad, con los mocos pegados en la cara junto con arena incrustada lo veíamos y no dábamos crédito. Era increíble, además llegaba a la orilla, trasluchaba, se marcaba surfeada en la ola y volvía hacia dentro donde se perdía rápidamente.
Además es que se tiró toda la tarde navegando y cuando salió lo primero que hizo tras cambiarse fue pedirnos un cigarrillo. Conforme se lo fumaba miraba al horizonte y, con los ojos rojos nos comentaba, con su peculiar forma de contar las cosas, que el seno de la ola no era como se lo esperaba o algo así.
Un verdadero lobo de mar, pensé...¿Sabéis quien era? Pues Manoloerderota, antes conocido por manoloerdejeré. Fue el primer día que lo conocí, y recuerdo que también hablaba mucho sobre el térmico...mis colegas y yo nos tiramos varios veranos intentando dilucidar el significado de tan interesante y enigmático término, y, a día de hoy, seguro que no nos ponemos de acuerdo. Será tema único en uno de los artículos de este blog. El caso es que si nos referíamos a Manolo, lo llamábamos el térmico.
Al día siguiente, con ganas todavía decidimos hacer surf porque no había viento, lo que si estaba el mar bastante bravo y embrutecido a la par que desordenado.
Con bastante frío nos encaminamos hacia Pegina, una de esas playas míticas que las viejas leyendas locales señalaban como spot desconocido ó area 51 del surf para las tribus forasteras...y lugar recóndito y sagrado para algunos locales.
Llegamos a eso de las 12 y nos cambiamos rápidamente, el frío era de espanto, uno de los últimos días del año.
A la ssesion se unió un colega francés llamado Francesco, franchesco vaya, que invitó el Céza. Ya decididos tuvimos primero que caminar unos setenta metros de rocas afiladas y el comienzo del agua era superinaccesible por culpa de las espumas orilleras de medio metro.
La resaka era fuerte y el viento en calma , tratábamos de introducirnos hacia adentro pero el mar nos escupía una y otra vez, las olas te echaban fuera y nos desgastaban físicamente.
Al rato ya fui capaz de ir algo hacia adentro, veía partir olas estupendas y limpias delante mía, como a 50 metros, pero por más que nadaba nunca llegaba, era como una ilusión óptica. Mis colegas iban juntos y cada vez mas lejos, como derivando, una de las veces que los ví ya eran puntitos negros en el agua de lo lejos que estaban.
Ya había pasado un buen rato y como no lograba cabalgar ninguna ola decidí salirme, y ahí es cuando empezó el agobio. Cuando estaba llegando a la orilla noté como estaban rompiendo las olas contra las afiladas rocas y me imaginé yo en medio, así que decidí unirme a mis amigos, nadé hacia ellos, paralelo a la orilla, pero no los alcanzaba e intuí que mi empresa tornaba ciertamente negra porque tenía que alcanzarlos o llegar a la orilla, cosa que no parecía fácil.
Ya me noté cuando menos intranquilo y fatigado, a la par que el agua gélida me entumecía los músculos y la luz, luz invernal del día disminuía poco a poco. Con lo a gusto que estaría en mi sofa, y calentito pensé.
Remé y remé con fuerza, lo único que logré fue cansarme del todo, además, con los nervios, me cansé más rápidamente, ya con taquicardias.
Paré y decidí calmarme, miré a mis amigos pero ya no los hallaba, miré a la orilla y me parecía que estaba más lejos aún...recuerdo la sensación exactamente, era como si el mar me hubiera ganado la batalla y de impotencia total, estaba a merced de los elementos.
Traté de ganar al menos la batalla contra el miedo y remaba hacia la orilla, esta vez despacio, sin agobiarme, antes incluso se me pasó dejar la tabla e ir a croll, menos mal que no lo hice. La luz iba desapareciendo poco a poco y notaba como calambres en el estómago y en los músculos. También pensé “menudo desgraciao”. En fin que mientras que me taladraba noté también como si la fuerza de la resaka venía a menos y ya veía salida a la situación. Llegué exhausto, además recuerdo como chocaba la tabla con algunas rocas del fondo ya en la orilla y me trataba de poner de pié sin éxito, estaba realmente fatigado.
Me tiré un rato en la arena a esperar a mis amigos que cuando vinieron andando por la orilla me recordaron a dos heridos del famoso día D en Normandía. Me contaron que también las pasaron canutas e incluso Franchesco había dejado de remar, menos mal que estaba acompañado.
Habíamos entrado en el agua sobre las 12;30 y salimos ya anocheciendo sobre las 18;15 aproximadamente. Por más que intentamos comernos los bocatas no hubo manera porque estábamos cargados de adrenalina y del frío nos rechinaban los dientes .
Ahora lo recuerdo como una experiencia que te curte en el sentido de respetar al mar, y sobre todo de sus condiciones cambiantes, y me acuerdo mucho de estos amigos, los dos unos windsurferos nómadas que navegan durante todo el año por Tarifa.
Céza, como yo lo llamo, también hacía surf, o por lo menos lo intentaba, como yo. Quedamos los últimos días del año, sería un 28 de Diciembre, cuando llegamos a Rota y hacia una de esas levanteras, que ya llevo tiempo sin ver.
Exagerando algo,era una levantera de mar arbolada, recuerdo ese término de la escala Beaufort porque ya desde pequeño se lo escuché a mi padre, gran aficionado de la mar, y de lo que en ella acontece, aunque discrepamos en torno a los deportes naúticos, a él le gusta más el windsurf, dice que es más bonito que el kite. A lo que iba, mar arbolada comprende de 35 a 40 nudos, las espumas de las olas comienzan a volar y disminuye bastante la visibilidad. La arena volaba también, solo la he visto volar así en una playa prohibida para navegar de Barbate, la playa de los militares, de susto...Bueno, pues pensando, debemos estar locos, pero que más dá, amos a echarle huevos...y ná, palagua. ¿Palagua? aquello era imposible, el equipo, tabla y vela, salía volando por encima de los hombros antes de tan siquiera llegar a la orilla, hablo de tablas de olas cortas y velas enanas de temporal. A mi se me cortó el rollo de momento, mi gran proeza se redujo a lo siguiente; tal cual me introduje en el agua, una ola orillera de un metro sin exagerar (era de las pequeñas) y sin base, era ola asesina orillera sin pared, de las que te aplastan literalmente, y eso ocurrió.Fue una pasada, escuché; puuummm!!!y ya solo pensaba en salir, salí a cuatro patas, con dolor de cabeza y gran pitido en los oidos, por supuesto la tabla y la vela a tomar por culo, revoleadas por la orilla merced del maretón.Los cabrones de mis colegas al principio se rieron, cuando vieron que no hablaba del dolor ,ya se callaron. Los dos se metieron y fueron revoleados en la primera o segunda ola orillera, pero con peor suerte porque se partieron sus velas...
Ya en la orilla comentábamos la jugada como los que regresan de la guerra. Y es que la levantera era imponente y el mar era maretón cabrón.
De lo lejos llegaba surfeando alguien con gran habilidad, con los mocos pegados en la cara junto con arena incrustada lo veíamos y no dábamos crédito. Era increíble, además llegaba a la orilla, trasluchaba, se marcaba surfeada en la ola y volvía hacia dentro donde se perdía rápidamente.
Además es que se tiró toda la tarde navegando y cuando salió lo primero que hizo tras cambiarse fue pedirnos un cigarrillo. Conforme se lo fumaba miraba al horizonte y, con los ojos rojos nos comentaba, con su peculiar forma de contar las cosas, que el seno de la ola no era como se lo esperaba o algo así.
Un verdadero lobo de mar, pensé...¿Sabéis quien era? Pues Manoloerderota, antes conocido por manoloerdejeré. Fue el primer día que lo conocí, y recuerdo que también hablaba mucho sobre el térmico...mis colegas y yo nos tiramos varios veranos intentando dilucidar el significado de tan interesante y enigmático término, y, a día de hoy, seguro que no nos ponemos de acuerdo. Será tema único en uno de los artículos de este blog. El caso es que si nos referíamos a Manolo, lo llamábamos el térmico.
Al día siguiente, con ganas todavía decidimos hacer surf porque no había viento, lo que si estaba el mar bastante bravo y embrutecido a la par que desordenado.
Con bastante frío nos encaminamos hacia Pegina, una de esas playas míticas que las viejas leyendas locales señalaban como spot desconocido ó area 51 del surf para las tribus forasteras...y lugar recóndito y sagrado para algunos locales.
Llegamos a eso de las 12 y nos cambiamos rápidamente, el frío era de espanto, uno de los últimos días del año.
A la ssesion se unió un colega francés llamado Francesco, franchesco vaya, que invitó el Céza. Ya decididos tuvimos primero que caminar unos setenta metros de rocas afiladas y el comienzo del agua era superinaccesible por culpa de las espumas orilleras de medio metro.
La resaka era fuerte y el viento en calma , tratábamos de introducirnos hacia adentro pero el mar nos escupía una y otra vez, las olas te echaban fuera y nos desgastaban físicamente.
Al rato ya fui capaz de ir algo hacia adentro, veía partir olas estupendas y limpias delante mía, como a 50 metros, pero por más que nadaba nunca llegaba, era como una ilusión óptica. Mis colegas iban juntos y cada vez mas lejos, como derivando, una de las veces que los ví ya eran puntitos negros en el agua de lo lejos que estaban.
Ya había pasado un buen rato y como no lograba cabalgar ninguna ola decidí salirme, y ahí es cuando empezó el agobio. Cuando estaba llegando a la orilla noté como estaban rompiendo las olas contra las afiladas rocas y me imaginé yo en medio, así que decidí unirme a mis amigos, nadé hacia ellos, paralelo a la orilla, pero no los alcanzaba e intuí que mi empresa tornaba ciertamente negra porque tenía que alcanzarlos o llegar a la orilla, cosa que no parecía fácil.
Ya me noté cuando menos intranquilo y fatigado, a la par que el agua gélida me entumecía los músculos y la luz, luz invernal del día disminuía poco a poco. Con lo a gusto que estaría en mi sofa, y calentito pensé.
Remé y remé con fuerza, lo único que logré fue cansarme del todo, además, con los nervios, me cansé más rápidamente, ya con taquicardias.
Paré y decidí calmarme, miré a mis amigos pero ya no los hallaba, miré a la orilla y me parecía que estaba más lejos aún...recuerdo la sensación exactamente, era como si el mar me hubiera ganado la batalla y de impotencia total, estaba a merced de los elementos.
Traté de ganar al menos la batalla contra el miedo y remaba hacia la orilla, esta vez despacio, sin agobiarme, antes incluso se me pasó dejar la tabla e ir a croll, menos mal que no lo hice. La luz iba desapareciendo poco a poco y notaba como calambres en el estómago y en los músculos. También pensé “menudo desgraciao”. En fin que mientras que me taladraba noté también como si la fuerza de la resaka venía a menos y ya veía salida a la situación. Llegué exhausto, además recuerdo como chocaba la tabla con algunas rocas del fondo ya en la orilla y me trataba de poner de pié sin éxito, estaba realmente fatigado.
Me tiré un rato en la arena a esperar a mis amigos que cuando vinieron andando por la orilla me recordaron a dos heridos del famoso día D en Normandía. Me contaron que también las pasaron canutas e incluso Franchesco había dejado de remar, menos mal que estaba acompañado.
Habíamos entrado en el agua sobre las 12;30 y salimos ya anocheciendo sobre las 18;15 aproximadamente. Por más que intentamos comernos los bocatas no hubo manera porque estábamos cargados de adrenalina y del frío nos rechinaban los dientes .
Ahora lo recuerdo como una experiencia que te curte en el sentido de respetar al mar, y sobre todo de sus condiciones cambiantes, y me acuerdo mucho de estos amigos, los dos unos windsurferos nómadas que navegan durante todo el año por Tarifa.
2 comentarios:
jooder, ese fue un dia de los que no se olvida ¿noo?.
Video guapo maquina, y lo mejor, nada de trafico, solo tu y el mar.
Fue un fin de semana movidito, si, esa mañana no había ni perri en el agua, pako no tuvo huevos de meterse...marikita!
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